Leyendas
- El Guando:
El Guando es una especie de andamio hecho de tablas o de guadua picada, en forma de camilla cubierta por una sábana blanca, bajo la cual se supone va el muerto. En algunas regiones le dicen el GUANCO O BARBACOA. Este espanto va acompañado de cuatro personas, que generalmente son los cargueros del muerto. Aparece a la orilla del camino, a la orilla de un torrente, cerca de un pantano o entre el bosque.
Las apariciones de este macabro espectáculo en la mayoría de las veces conmueve, no sólo por creer que en realidad llevan al difunto por ir los familiares acompañándolo, sino por el murmullo coral del rezo del Rosario y el Réquien por su alma.
Hace muchícimos años vivía un hombre muy avaro, incivil, terco y malgeniado, que no le gustaba hacer obras de caridad, ni se compadecía de las desgracias de su prójimo. Los pobres del campo acudían a él a implorar ayuda para sepultar a algún vecino, pero contestaba que él no tenía obligación con nadie y que tampoco iba a cargar un mortecino. Que les advertía, que cuando él se muriese, lo echaran al río o lo botaran a un zanjón donde los gallinazos cargaran con él.
Por fin se murió el desalmado, solo y sin consuelo de una oración. Los vecinos que eran de buen corazón, se reunieron y aportaron los gastos del entierro. Construyeron la camilla y cuando lo fueron a levantar casi no pueden por el peso tan extremado. Convinieron en hacer relevos cada cuadra, a fin de no fatigarse durante el largo camino al pueblo. Al pasar el puente de madera, sobre el río, su peso aumentó considerablemente, se les zafó de las manos y el golpe sobre la madera fue tan fuerte que partió el puente y el muerto cayó a las enfurecidas aguas que se lo tragaron en un instante.
Al momento los hombres acompañantes bajaron a la corriente y buscaron detenidamente pero no lo hallaron ni a él ni al andamio. Lo que sí ha quedado por el mundo es su aparición fantasmagórica que atormenta a los vivos, haciendo estremecer al más valiente con el ruido de los lazos sobre la madera en un continuo y rechinante "chiqui, chiqui, chiquicha...".
Sus apariciones más seguras se verifican en la víspera de los difuntos, o sea en las fiestas de las Animas; en los lugares aledaños a los cementerios, causando gran pavor a la tétrica procesión, portando sus acompañantes coronas, cirios y rezando en voz alta: de vez en cuando se oye una voz cavernosa e imperativa que dice: "meta el hombro compañero... ".
2. Los Duendes:
Son ciertos espíritus traviesos que se encargan de atormentar a las personas de cualquier edad, especialmente a las muchachas que tienen novio. En algunos casos las picardías no pasan de cambiar las cosas de su lugar o esconderlas; de revolcar lo que se halla bien colocado y traer noticias. En otros casos son perversos: cuando se la dedican a una persona o a una familia entera, van todas las noches a tirar piedras o terrones en una forma exagerada, que parece un torrencial aguacero de balasto.
A las jovencitas que tienen novio y cuando éste está de visita, las fastidian con órdenes o secretos malignos al oído, que hacen que el pobre joven se indigne y termine el noviazgo. Si no esta presente el muchacho o pretendiente, las perturban en la casa con órdenes y consejos, hasta que logran que no se realice el matrimonio.
Durante el sueño, estos espíritus les ocasionan pesadillas, las llaman a un lugar conocido, hasta que las tornan sonámbulas. Así han encontrado varias vagando lejos de su residencia; van o vienen por determinado sitio sin darse cuenta ellas de tal acto, hasta que alguno de la familia o conocido la encuentra en estado de subconsciencia.
Son incontables los casos que se conocen, de familias y jóvenes que han tenido que emigrar a sitios distantes para librarse de tan fastidiosa persecución. No hay ciudad o pueblo, donde no se hayan conocido estos desastrosos acontecimientos ocasionados por los duendes.
En una antigua hacienda, vivía un matrimonio con tres hijas casaderas; todas tenían novio y con frecuencia hacían fiestas, que no eran más que simples reuniones ejemplares donde primaban los juegos de salón o las demostraciones artísticas acompañadas de algún instrumento.
Un sábado en que estaba revolucionada la casa con la llegada de más invitados, en la cocina se alistaba la preparación de ricos manjares. La servidumbre se sentía impresionada porque nada de lo que emprendían podían realizarlo. Resolvieron llamar a la patrona para advertirle que no se podía hacer nada, porque todo resultaba mal; que parecía que los diablos estuvieran metidos allí, porque no podían realizar el oficio que les habían asignado. La señora con las tres hijas se alarmaron más, porque a ellas, en las habitaciones interiores les sucedía iguales cosas.
Cuando la señora entró sola al salón, escuchó una voz tras de la puerta que decía: "...no se afane que los invitados no vendrán. Hoy están de honras fúnebres...". Al escuchar esto lanzó un grito la pobre señora, pero la voz se dejó oír de nuevo: "...no se asuste, agradézcame el aviso...".
La dama no pudo más. Llamó a sus tres hijas para contarles lo sucedido y para que le ayudaran a pensar cómo remediaban lo acontecido. Estaban en conjeturas, cuando llegó un peón trayendo la misma noticia que había suministrado el duende.
Apenas llegó el esposo lo puso al corriente de los misteriosos sucesos, manifestándose mudarse inmediatamente para el pueblo.
El trasteo se efectuó en la semana siguiente y cuando la dueña estaba sola desempacando baúles y petacas, escuchó tras de la puerta la misma voz que le decía: "...en que le puedo servir?. Sabe usted... me vine entre los tremotiles del viaje...". La señora asustada le pregunto: "eres un bicho, un alma en pena o que eres?". La respuesta no se dejó esperar: "...soy tu amigo, tu fiel compañero y servidor...".
Así un día y otro día seguía el duende atormentando a la dama, ocasionándole un nerviosismo desesperado. Tan pronto el esposo llegó del campo, manifestó su deseo de trasladar toda la familia a la capital del país. El esposo algo contrariado porque este viaje le ocasionaba pérdidas en sus negocios, ante la apremiante situación de intranquilidad y desasosiego tuvo que acceder. Vendieron ambas posesiones y se marcharon.
Cuentan que cuando la dama esta distribuyendo los muebles y demás enseres del equipaje, la voz volvió a atormentarla en una forma tan pertinaz que ya no tuvo alientos de luchar y enfermó.
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